
Apenas indagué, buscándote a diario los ojos perdidos en el pizarrón de la clase de civismo, sobre tus íntimas guerras entre el deseo acunado en el medio de tus piernas versus el ‘deber ser‘ de una niña de su casa en aquellos años de sobrado acné, y me obstiné hasta cocinar mis torpes y primerizos versos, caldos aromáticos, para con sus vaporcillos dirigidos a la nariz de tus oídos hacerte caer en mi precaria madriguera de aprendiz.
Eras, éramos muy jóvenes. Demasiado. Y tú, tan vulnerable proyecto de mujer, tan desinformadamente iniciada en los estrógenos y yo, que tras una corta vida de rechazos femeninos (léase Freud) y bolsillos repletos de no, acepto a mis cuarenta y algos que dejé de verte entonces como se le mira a un ser humano, porque sólo me importó la panacea descrita en el farmacéutico envoltorio de tu simiente, de la tibia piel de tus pechos blancos, abultados y nuevos.
La carne y mis ganas, dos puntos. Mi reputación de imbécil, iniciada formalmente al desabotonarte insensible y aprovechando la confusión de un beso largo la blusa blanca de poliéster manga corta, la de colegiala tipo en aquel 1992, inaugurándome a su vez una nefasta temporada que me duraría casi veinte años más. Sin justificarlo, te confieso que hoy sé que era estrictamente necesario pasar por ahí.
Lo sé, fui un animal contigo, con el perdón de la alegoría para con los compañeros de la fauna del mundo
(te llevaba, ya hecha la noche, a tu casa en mi Volkswagen ’75 después de nuestros generosos intercambios de saliva a la orilla de un río seco y solitario, y durante el camino te decía en el lenguaje del silencio, arrogante como nunca, como siempre años después, que eras mi putita. Algunas veces de esas, al término del trayecto te recibía a la puerta tu papá).
Espero inmerecidamente y en dado caso, mientras indagas con morbo por mi foto de perfil en este nuevo grupo de whatsapp de excompañeros de la secundaria, me logres perdonar por ejercer tan a tope mi decrépito derecho a ser humano.
Tan pequeño, tan llegado de la tierra de la carestía del amor.